Incongruencias - Wind of change
La Historia es la displina que combina, con acierto o travesura, la verdad y la manipulación, pero por encima de todo es la rama del saber que, bien tratada, conjura el olvido. Podemos manipular los sucesos, incluso borrarlos quemando archivos o destruyendo monumentos (damnatio memoriae), pero casi todo cuanto hagamos puede resultar baladí a manos de la historiografía.
Dice el adaggio que "saber es saber con qué certeza se sabe" y lo demás, añadiríamos como sosecha propia, es o ignorancia u olvido. Si Stalin decidió borrar a Lenin de la foto de un mítin o si se retocaron las imágenes del encuentro entre Franco y Hitler en Hendaya son asuntos que ya ha juzgado con consistencia y rotundidad la historiografía. Lamentablemente, los errores del público general son más de bulto, a veces menos peligrosos, a veces menos malintencionados, pero seimpre llamativos.
El pueblo consume información mal cocinada y muchas veces tan mal digerida como indigesta. Asume que lo que ve y lo que piensa discurre por caminos paralelos y después, a la hora de consumar, genera mosaicos de conocimiento e ignorancia que, nacidos de la confusión, contribuyen a confundir aún más.
Lo más terrible de estas confusiones es que, cuando son objeto de documentación, pero no de un exhaustivo análisis paralelo, pueden llegar a generar una suerte de "jurisprudencia" intelectual; vamos, que al final, por mucho repetir un mensaje falso, termina por ser asumido como verdad pura. Jamás lo será, pero a todas luces lo parecerá y eso, en esencia es preocupante.
En los tiempos movidos (más que convulsos en realidad son movidos), las confusiones se multiplican. Cuando la calle habla libremente, lo que además de un derecho es una delicia, el problema es que nadie controla la veracidad de los mensajes que se lanzan y eso puede confundir a propios y extraños. La vida, en el fondo es como internet...un espacio en el que todo cabe, en el que todo está, pero donde nadie garantiza que loque esté sea cierto ni mucho menos útil.
En el terreno actual las manifestaciones se han convertido en uno de los más golosos terrenos para la expresión verbal, gráfica y corporal de la ciudadanía. Agrada ver desaparecer las pancartas "normativas", aburridas, monocromas, con lemas manidos y más cansinos que llevar a un elefante de visita a las Vegas. Agrada detenerse en el deleite de la lectura o de la mera contemplación de la pléyade de carteles informativos, de denuncia, de reivindicación o de simple hastío que elucubran, confeccionan, portan y exhiben los ciudadanos libres, no alineados, no aborregados ni adoctrinados.
A cuál más jugoso. Un chaval que certifica la verdad más clara en el panorama político
La masa clama su verdad más grande, sin complejos, sin matices, sin paños calientes, tal cual brota del hartazgo popular y de la desesperación: esa que cuando surge es imposible silenciar. Dolida, la juventud señala que ha pasado el tiempo de la inacción
Pero también queda espacio para el equívoco. Espacio en el que conviven términos antagónicos, contrapuestos imposibles, equilibrios imposibles de alcanzar, postulados que están en las antípodas, sueños y realidades. Unos y otros no pueden achacarse más que al deseo, verbalizado pero vano, por unir el agua y el aceite para que se obre el milagro de la coalición imposible.
El sueño del "comunismo democrático" tiene la misma verosimilitud que el fascismo democrático. Ambas opciones políticas pueden adoptar los disfraces que quieran para poder jugar en la liga de los privilegiados, pero la realidad se impone y por mucho que se desee y anhele, esa mezcolanza, es tan irreal como ilusoria. Así lo definió la "dictadura del proletario" marxista, guste más o guste menos.